Puñetas en Público

Masturbándose en público desde junio del 2004.

viernes, julio 15, 2005

Las inigualables aventuras de Pedro Pitodulce

Pedro era un tipo promedio. Era tan promedio que si sacaran un promedio de todos los promedios del mundo, el resultado sería una foto de Pedro. Pero esta historia que les quiero contar, lectores, no se trata de eso. Esta historia, se trata de como Pedro, un tipo tan pendejo que pensaba que el día 28 de cada mes le bajaba al mismo tiempo a todas las mujeres del mundo, se convirtió en Pedro Pitodulce.

Perdo no era popular con las nenas, una vez trató de invitar a Rocío Canavaro, la mas chismosa de toda la escuela, por un café, pero ella amablemente declinó con un "Primero báñate, apestas". La verdad tiene que ser dicha: los hábitos higiénicos de Pedro dejaban mucho que desear. Se bañaba cada tercer o cuarto día y no le ponía muchas ganas al asunto. En ocasiones no usaba ni jabón, y, cuando relamente no tenía ganas y en su casa lo obligaban a darse un regaderazo, entraba al baño, abría la regadera por unos 15 minutos y se mojaba el pelo en el lavamanos, solo para aparentar haberse aseado.

Su madre, al ver los problemas sociales que los malos hábitos de Pedro le acarrearían, decidió regalarle una loción a Pedro, para ver si podía hacer desaparecer su hedor.

Ese día, Pedro se levantó a las siete para ir a la escuela, no se bañó, no se lavó los dientes, no se pudo desodorante y tampoco se puso la loción que su madre le había regalado. Se sentó en el sillón junto a la puerta a esperar el claxon que le indicaría que lo espera afuera su ronda de la escuela. Desde ahí pudo ver la cajita que contenía la loción. Los colores lo hipnotizaron: eran puros tonos grises, prefectamente acomodados. Pedro cerró los ojos y pudo ver a Hugo Boss.

"Hola Hugo Boss".

"Hola Pedro".

"¿Que haces en mi casa Hugo Boss?" preguntó casualmente.

"Estas en mi estudio. Este es un sueño" dijo el señor Boss, al mismo tiempo que Pedro se dió cuenta de que efectivamente no estaba en su casa. Estaba en un estudio, con una vista impresionante. Pedro se quedó en silencio.

"¿Por que no usas la loción Pedro? No es como si no te hiciera falta. Hueles mal" afirmó Hugo.

"Ok, la voy a usar" dijo Pedro, y escuchó un beep-beep.

"Despiertate, llegaron por ti Pedro. Que Tom Ford y John Galliano te bendigan".

Pedro se despertó, se roció tres veces de su loción y partió para su escuela, a un día que no tuvo nada fuera de lo común.

En la noche, Pedro fue a una fiesta junto con Juan Carlos. Había barril, un tipo narizón de pelo alborotado haciendo martinis detras de una barra y tacos al pastor. No se podía quejar...bueno, si. Le hacía falta una chica.

En ese momento, Pedro vió como Rocío Canavaro acababa de llegar con su séquito de güeras desabridas. Tenía que decirle algo.

Hugo Boss esta conmigo, confio en mi mismo, es ahora o nunca, se decía Pedro a si mismo mientras caminaba hacia Rocío.

"Hola Rocío" la saludó Pedro.

"Hola Pedro" le dijo Rocío, pero esta vez fue diferente, lo dijo sin la repulsión que normalmente llenaba su voz. Tenía una copa de martini vacía en la mano y jugaba con un picadientes en su boca. "Vamos por otro" le dijo. Pedro se dió cuenta de que ya andaba medio peda.

Pedro trató de tener una buena conversación con Rocío pero no lo logró por el estado de la chica, la cual, por cierto, había sido olvidada por sus supuestas amigas, así que él tuvo que lidear sus dos vomitadas y su continua necesidad de papel al estar orinando en la calle. En algun punto de la noche pensó que sería mejor dejarla a su suerte, que no valía la pena pasar por tanto, pero decidió seguir intentandolo porque ya se le había alborotado el pirrín.

"No voy a andarr con ssshingaderassss" dijo con su aliento a vómito Rocío mientras se tambaleaba. "Convénceme de que me vaya contigo al carro a darte un blowjob o me voy".

"Tengo el pito dulce, te va a gustar" dijo Perdo sin pensar. Rocío cayó al suelo, sus carcajadas hicieron voltear a unas cuantas personas.

"Vamos pues" dijo Rocío. "Es que hueles rico" le dijo al mismo tiempo que le dió un beso en el cuello.

En ese momento Pedro se arrepintió de todos sus terribles hábitos higiénicos. Maldijo la hora en la que decidió no bañarse para ir a la fiesta.

Ya valí madres, en cuanto se meta mi pito a la boca, va a vomitar del asco, se decía Pedro. Su pito, como se lo imaginarán, estaba lleno de cochinada, grasoso y apestoso a pescadería.

Entraron al carro, y Pedro intentó decir algo, pero Rocío brincó sobre su pantalón, el cual desabrochó con tremenda habilidad y sin pensarlo dos veces, introdujo el pito de Pedro en su boca.

Pedro, avergonzado por su falta de higiene, intentó detenerla, pero al sentir los primeros espasmos blowjobescos, decidió que era mejor dejarle la decisión a ella. Solo hizo su asiento para atras y se dedicó a ver el techo del automovil.

"Ay no mames" dijo Rocío. "¡Esta bien rico!".

Intentar decir algo era un esfuerzo que Pedro no iba a realizar. Su pulso y su respiración se aceleraron, mientras Rocío seguía chupando. Unos minutos despues, con un ruido parecido al que hacen las vacas al parir combinado con los rebuznos de un burro, Pedro terminó en la boca de Rocío.

"A la madre, que chingón estuvo eso" dijo Pedro. "Gracias".

"No, gracias a ti" le sonrió Rocío. "Es lo mas rico que he probado en mi vida".

"¿Que?" preguntó incrédulo Pedro.

"Pedro...tienes el pito...dulce" le dijo Rocío."Vi que tenías el pito sucio, y no te lo iba a chupar, pero me valió madres y cuando lo probé, la cochinada...sabía...deliciosa".

En ese instante, la vida de Pedro cambió. Ya no sería el mismo chico promedio. Las chicas ya no le sacarían la vuelta, gracias a que a Rocío nomas le faltó publicar esa información en el periódico mural de la escuela. Su vida ya no era igual.

Pensarán que todo despues de ahí fue hermoso en la vida de Pedro Pitodulce, pero estan equivocados queridos lectores. Todas las grandes historias tienen a grandes villanos, y, querido lector, en el final de esa noche, Pedro Pitodulce creó, sin que esta fuera su intención, al que llegaría ser el mas grande de sus enemigos. Otra será la ocasión, querido público, cuando les cuente la historia de Juan Carlos Vergamarga.

miércoles, julio 13, 2005

Good morning, sunshine

Me levanto con la desorientación de unas cuantas horas de sueño, abro un poco los ojos y veo unos cuantos rayos de luz entrando por mi ventana, no logro descifrar que estoy en mi cuarto, en mi cama, lo primero que siempre hago es buscarte...aunque nunca hayas estado. Por unos cuantos segundos, estoy seguro que cuando vea hacia el otro lado de la cama, ahí vas a estar y te voy a poder abrazar y dormirme otra hora.

Despues me doy cuenta que estoy en mi casa y que no estas. Todas las mañanas me siento como mierda. I miss you too much.

martes, julio 12, 2005

Si dudas, revisa sus manos

"Me dijeron que por aquí hay un bar que esta OK" le dije mientras me estacionaba. "Creo que es este".

"Traigo un PUUUUTERO de sed" me dijo mientras intentaba tapar con su mano el sol de las cinco de la tarde de ese domingo.

Entramos al lugar y...si, estaba igual de culero que como se veía de afuera. Despues me enteré que ese no era el bar que me habían dicho. Había tres mesas ocupadas con tipos cuarentones y cincuentones que, de seguro, los trataban on a first name basis en el bar. Había una barra con dos tipos sentados, se veían muy deprimidos...bueno, todo el lugar se veía muy deprimido. Un tubo de neón color verde tras la barra y una que otra planta artificial torpemente posicionada le daban una atmosfera de congal al lugar.

Primero lo primero:

"¿Cuanto cuesta el tarro?" le pregunté al mesero.

"Quince pesos, pero ahorita es hora feliz y esta al dos por uno" me dijo mientras una sonrisa de ya-chingué se dibujaba en mi cara.

"Dos tarros".

"Oye" me dice el mostro. "Creo que soy la primer mujer que entra a este lugar, ¿no?"

"No, creo que por ahí anda una mesera" le contesté.

A unos metros de nosotros estaba una pantalla gigante con ESPN. Había toda una discusión en el bar, porque las dos personas que estaban sentadas frente a la pantalla gigante, querían seguir viendo deportes, mientras que el resto del bar, quería ver la final de LA ACADEMIA. Si, la puta Academia.

"Tu y tu pinche academia valen verga" grita el tipo frente a la TV a un guey del fondo.

"Callate a la verga, te voy a partir la madre, pendejo" le dice el guey del fondo, con unas muletas a su lado.

Los insultos y gritos siguieron durante unos cinco minutos, hasta que, sabiamente, los del bar pusieron la academia a todo volumen en un televisor y dejaron la pantalla gigante con ESPN en mute. Los tipos de los insultos, se abrazaron, dejandome desilusionado, yo hubiera apostado por el de las muletas.

Ya llevábamos unos cuantos tarros. Algunos. Si.

"Señorita, me dijo el dueño que le pidiera identificación" le dice al mostro el mesero.

"Si ya anda peda, oficial" le dije al mesero.

"No tengo ni 17 años" le dijo el mostro.

"¿A poco?" dijo algo nervioso el tipo.

"Y soy hombre" todavía dijo el mostro.

"Si, es hombre, es transexual" machaqué yo.

"No, no, no señorita. Si usted es bella como el pétalo de una flor" dice riendo nerviosamente el mesero.

"Y tengo pito" le dijo.

"¿A ver las manos?" dijo rápido el mesero, sin duda recordando alguna historia que le pasó a un "amigo" pero nunca a uno mismo.

"Mire, tóquelas, ¡tóquelas!" le dije al mesero tomando las manos del mostro entre las mías, y ofreciéndoselas (las manos, pendejos).

El mesero prefirió huir a la parte de atras de la barra.

"Ya vámonos guey".

"¿A donde?".

"A la botana y al parque infantil".

Nos fuimos a la botana, nos tomamos otros dos tarros y luego nos fuimos al parque infantil y nos subimos al trenecito y al remolino chino.

viernes, julio 08, 2005

Lázaro

"Guey, deja tu pinche celular en el carro" me dijo el mostro. "Ya llevamos media botella de whisky y vas a empezar a hacer pendejadas".

Fui al carro, abri mi mochila, guardé mi celular y regresé a la playa. Siempre echo a perder o pierdo celulares cuando salgo de la ciudad.

La noche siguió su curso, se terminó la botella de whisky, así que empecé a golpear las botellitas de Bohemias que traíamos en la hielera.

"¡No mames, metete culón!" me gritó. "Esta muy tranquilo el mar, la temperatura esta perfecta y no hay aguamalas".

No lo pensé dos veces y empecé a nadar, eran algo así como las dos en la madrugada. Me detuve cuando el agua llegaba a la mitad de mi pecho. Ahí fue cuando mi pierna empezó a vibrar. Pensando en mantarrayas, mordidas y picadas, dirigí la mirada hacia mi pierna. Había luz. Era mi pinche teléfono.

Despues de una semana, el Centro de Servicio Nokia lo declaró inservible. Telcel hizo lo mismo.

Hace dos días lo dejé en un Hospital de Celulares, frente al jardín Juarez. El tipo me dijo que les llevan celulares mojados todo el tiempo, y que siempre los hacen funcionar. Me dijo que mi teléfono iba a salir caminando como Lázaro.

Hoy regresé por Lázaro.

"¡Levantate y anda!" gritó el Jesucristo de los celulares, en una camiseta empapada de sudor, pero Lázaro no le hizo caso.

viernes, julio 01, 2005

Chero Empericado

Ya eran casi las dos, así que nos retiramos de casa del Mini, en el estado que normalmente se esperaría estuvieran dos malvivientes al retirarse de casa del Mini a las dos de la mañana.

Con solo una caguama llena en nuestra hielera, salimos a buscar algo de comer, pero ante las pocas y malsanas opciones, decidimos llegar a un Extra por alguna pendejada.

María Eugenia (el Mostro) se encontraba en un estado caótico para andar conduciendo, pero debido a que el suplente era yo (que traía un ojito cuichi), nos resignamos a que ella manejara. Recuerdo sus dulces palabras para decirme que no creía que yo andaba en buen estado:

"Estas PEN-DE-JO si crees que vas a manejar".

Comíamos de la clase de víveres que dos borrachitos comen a las 2 de la mañana y el Mostro manejaba sin rumbo. Dió una vuelta en la Olivares y luego dobló en la primer calle hacia la izquierda, siguiendo a dos Pick-ups, placosos como solo dos pick-ups de someone-who's-up-to-no-good conduciría. Ellos hicieron alto en la primera calle, los pasamos y doblamos hacia la derecha, donde hicimos alto para que su servidor hiciera lo que cualquier borrachito haría a las dos de la mañana en una calle con poca iluminación.

Al terminar de soltar el Golden Shower, los dos pick-ups nos rebasan y se detienen unos 20 metros frente a nosotros.

"Guey, eso esta bien placoso, vamonos a la verga" le dije.

Un cherito gordito, de 1.70 de estatura, pantalón negro y camisa blanca con rayas azules fajada empezó a caminar hacia nosotros, como solo un chero encabronado camina a las dos de la mañana.

"Guey, vámonos a la verga" le repetí a Maru mientras ella prendía el carro por segunda vez, estímulo que el carro recibió con un quejido.

"¡A la verga, ahí viene!" dijo mientras aceleraba.

El güey alcanzó a llegar a la ventanilla del Mostro y le tiró un puñetazo al cristal, pero alcanzamos a huir.

"A la verga güey, ¿que pedo con ese tipo?" dije asustado.

"No se güey, pero ahí viene atras" dijo, mientras ví atras el Cheyenne de chero encabronado que venía tras nosotros.

La conductora empezó a decir que no me preocupara, que sus habilidades en una persecución eran sin igual, mientras manejaba a toda velocidad. En realidad no me hubiera preocupado si el cabrón no nos hubiera dado alcance en 1 minuto.

Al ver que no ibamos a poder huir, hicimos alto en el siguiente semáforo en rojo, en el cruce de Olivares y Navarrete, donde el tipo se nos emparejó a mi ventana de pasajero.

El tipo sacó la cabeza y se puso a ver hacia adentro del carro. Tenía los ojos muy chiquitos y rojos, llenos de furia, no era capaz de controlar su quijada y en una o dos ocasiones trató de decir algo, pero solo salieron gemidos de su boca.

"Güey, calmado, no queremos pedos" le dije al bajar mi ventanilla.

El chero señaló a la conductora y me señaló a mi. Puso una cara de apenado o asustado, y dió vuelta para otro lado.

Nosotros seguimos manejando sin rumbo.