Sapo Sádico
Cuando estaba en la secundaria, tuve profesores bien chidos de computación, nos daban media hora de clase y luego nos dejaban huevonear y jugar. Cuando entré a tercero, espere con ansias mi clase: el profesor, pensé, no tenía porque estar piratón, ya que no era tan viejo como el resto del cuerpo docente.
El hijodeputa mató mis esperanzas de un buen profesor cuando llegó poniendo sus reglas mamonas, intolerantes y cagapalos. Por todo la hacía de pedo.
A las dos semanas de clases, cierto personaje de naturaleza insana, apodado como normalmente los chicos de secundaria apodan a esos individuos, el loco (no es el del blog groovy, es otro), se divertía rayando con un sharpie la camisa de mi uniforme. Respondí como cualquier ser humano hubiera respondido: un chingazo a la quijada. El sapo sádico (así le decíamos porque inclaba los cachetes y se ponía rojo cada vez que se encabronaba) respondió mandándonos a la dirección.
La directora escuchó las razones de el loco primero, y conociendo sus problemas psicológicos y sociales (eso junto con que el pendejo había rayado su nombre en mi uniforme), fui absuelto sin la necesidad de pronunciar palabra alguna. Con todo y esto, el sapo sádico me bajó 20 puntos en el examen de ese mes.
A veces, cuando llegaba gritando y nos regañaba con su lenguaje corporal de rapero de los noventas (think CALO), no podía quitar mi mirada de una vena en su frente. En el fondo siempre tuve la esperanza de que explotara y después, con cada latido de su corazón, lanzaría un chorrito de sangre a los alumnos al mismo tiempo que el gritaría aterrorizado y huiría del salón. Nunca sucedió.
En la semana fui a la iglesia donde esta mi abuelo. En uno de tantos nichos, acababan de poner una foto y había flores frescas. En la foto, estaba mi ex-profesor de computación, con un hairline que había perdido muchas batallas (hacía diez años no lo veía) y la vena de su frente mas marcada que nunca. Supongo que si estalló despues de todo.
El hijodeputa mató mis esperanzas de un buen profesor cuando llegó poniendo sus reglas mamonas, intolerantes y cagapalos. Por todo la hacía de pedo.
A las dos semanas de clases, cierto personaje de naturaleza insana, apodado como normalmente los chicos de secundaria apodan a esos individuos, el loco (no es el del blog groovy, es otro), se divertía rayando con un sharpie la camisa de mi uniforme. Respondí como cualquier ser humano hubiera respondido: un chingazo a la quijada. El sapo sádico (así le decíamos porque inclaba los cachetes y se ponía rojo cada vez que se encabronaba) respondió mandándonos a la dirección.
La directora escuchó las razones de el loco primero, y conociendo sus problemas psicológicos y sociales (eso junto con que el pendejo había rayado su nombre en mi uniforme), fui absuelto sin la necesidad de pronunciar palabra alguna. Con todo y esto, el sapo sádico me bajó 20 puntos en el examen de ese mes.
A veces, cuando llegaba gritando y nos regañaba con su lenguaje corporal de rapero de los noventas (think CALO), no podía quitar mi mirada de una vena en su frente. En el fondo siempre tuve la esperanza de que explotara y después, con cada latido de su corazón, lanzaría un chorrito de sangre a los alumnos al mismo tiempo que el gritaría aterrorizado y huiría del salón. Nunca sucedió.
En la semana fui a la iglesia donde esta mi abuelo. En uno de tantos nichos, acababan de poner una foto y había flores frescas. En la foto, estaba mi ex-profesor de computación, con un hairline que había perdido muchas batallas (hacía diez años no lo veía) y la vena de su frente mas marcada que nunca. Supongo que si estalló despues de todo.
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