Roquiada
Canta, oh diosa, la peda del pinche Tulio, que partió con rumbo desconocido en búsqueda de aventuras, placeres y destrucción.
Canto XXXVIII
Y los soldados, que en esta ocasión no eran mas de veinte, olvidaron a Dionisio, el de los ojitos cerrados. Solo las menadas ofrecían libaciones en su honor y un solo ditirambo se repetía una y otra vez. Entonces, Dionisio el de los ojitos cerrados, dijo con voz potente y colérica:
"Ay de ustedes, hijos del calor, que no comparten los frutos que por mi generosidad tienen. Así como ahora se alegran y festejan con sus copiosos recursos, yo les digo que mañana sufrirán carestía y hambre".
Los hijos de hombres, ciegos y sordos que son, siguieron con sus actividades infructuosas. Levantaron injurias en contra de ausentes y blasfemaron y vituperaron en contra de los dioses. Dionisio, el de los ojitos cerrados, les dijo:
"Como ultimo gesto de buena voluntad, y con experiencia en mano, les digo que jamas volteen para atras y jamas coman las semillas de granada".
Así dijo y así se retiró el hijo de la que reina en el Tártaro, mientras los ciegos y sordos le escupían en la cara, escupitajos que las menadas prontamente lavaron con vino y humo de hecatombes.
Canto XXXVIII
Y los soldados, que en esta ocasión no eran mas de veinte, olvidaron a Dionisio, el de los ojitos cerrados. Solo las menadas ofrecían libaciones en su honor y un solo ditirambo se repetía una y otra vez. Entonces, Dionisio el de los ojitos cerrados, dijo con voz potente y colérica:
"Ay de ustedes, hijos del calor, que no comparten los frutos que por mi generosidad tienen. Así como ahora se alegran y festejan con sus copiosos recursos, yo les digo que mañana sufrirán carestía y hambre".
Los hijos de hombres, ciegos y sordos que son, siguieron con sus actividades infructuosas. Levantaron injurias en contra de ausentes y blasfemaron y vituperaron en contra de los dioses. Dionisio, el de los ojitos cerrados, les dijo:
"Como ultimo gesto de buena voluntad, y con experiencia en mano, les digo que jamas volteen para atras y jamas coman las semillas de granada".
Así dijo y así se retiró el hijo de la que reina en el Tártaro, mientras los ciegos y sordos le escupían en la cara, escupitajos que las menadas prontamente lavaron con vino y humo de hecatombes.
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