Rupert Murdoch tiene un mapa de tu culo y lo esta usando

Ahora que me desperté me sentía usado.

Adulterado.

Ginebra con agua quinada y éter.

“No hay falla, eres bien reaccionario” me dije en voz alta.

Eres un rebelde.

Sonrían todos mientras yo me escondo.

Me siento una mierda por estar escribiendo esto en Word. Windows. Odio Microsoft y a Bill Gates. Odio los 9 billones de dólares anuales que ganan por el puro Office.
Yo no pagué un quinto ni por el Office ni por Windows.

Ya me siento mejor.

Y luego veo el peluche de Tigger a un lado de mi escritorio. En lugar de pensar en la chica que amorosamente me lo regaló hace años, pienso en las fábricas donde niñas de 16 años son explotadas para que podamos pagar precios exageradísimos por un pinche Mickey Mouse.

Lo voy a quemar.

No, es un regalo, le tengo aprecio.

Es un símbolo del capitalismo desenfrenado ejercido por los cerdos de Disney.

También es un símbolo de que alguien alguna vez me quiso.

“Tu existencia implica un chingo de ondas Tigger” le digo al pinche muñeco.

“¡A huevo loco! ¿Creías que nomás soy un muñequito bonito? ¡Nel! Estoy aquí para no dejarte dormir”.

“Cállate pendejo” le grito y me volteo.

Salgo al patio de mi casa, pero en el camino veo el refrigerador marca General Electric y me pongo a pensar en las minas anti-personal que ayuda a construir esta compañía. Los que lavan mi ropa y que enfrían mi comida son los mismos que tienen a miles de personas en todo el mundo sin extremidades o muertos.

Pinche Tigger, si me va a quitar el sueño.