Cecilia
"Mamá, primero tenemos que ir con el ortopedista, para que te diga que ondas con la radiografía que te deben de tomar, el radiólogo normalmente es un técnico y necesita una orden del doctor para saber lo que va a hacer" le digo a mi madre que se queja del dolor en el asiento de atras. Se acaba de quebrar el pie.
"No no, vamos ahi, wawawawawawawaawawawawa, yo se que ondas, wawawawawawa, tu mal yo bien" me dijo.
"Oye ma' pienso que..."
"Wawawawawawa, tu muy mal, yo bien" me regañó.
Me bajé del carro por una silla de ruedas y luego llevé a mi madre a Rayos X en el hospital.
"Necesitamos la orden del doctor señora, para ver a que le vamos a tomar la radiografía" le dijo a mi madre.
¡Te lo dije! ¡Yo sabía! ¡Yo bien, tu mal! ¡wooooooo hooooooooo! cruzan por mi cabeza pero me agacho y no digo nada. Pero pues como siempre, soy pésimo para reprimir las cosas. Me encabrono, me malviajo y me pongo histérico. Aún así no digo nada, le digo a mi hermana que me voy a ir a pie a la casa: que chingón soy.
Salgo del hospital y me doy cuenta de la distancia que hay a la casa. Me doy cuenta del calor que esta haciendo a la 1:00 PM, me doy cuenta de que ando en pantuflas, que no traigo un quinto en la bolsa y que traigo un chingo de sed. Pinche orgulloso de mierda: que pendejo soy.
Pero nada de esto tiene que ver lo que quería escribir ahorita. Quería escribir de como me encanta que la gente que menos nos esperamos nos levanta. De como gente que no conocemos nos puede hacer un parote. De como gente que apenas y tratamos o tenemos un chingo de tiempo sin ver nos puede poner de buen humor, hacer sentir bien, etc. por el simple hecho de ser ellos.
Quería escribir sobre como caminando del hospital, con los pies quemados por las pantuflas y empapado de sudor, ví a Cecilia haciendo alto. De como me pareció en ese momento la persona mas bella de todo el mundo. Ella encerrada en su Jetta gris, con el aire acondicionado prendido. Con su cara de que parece que siempre esta de buen humor y a punto de reirse. Con su pelo perfectamente peinado y arreglado. Sin una gota de sudor en su piel. Y les apuesto a que traía el calazado apropiado para el momento.
Cecilia personificó la perfección en ese momento, y yo era su antítesis. Y si la hubiera detenido, si le hubiera hecho señas, si la hubiera saludado, no me cabe duda de que ella me hubiera dado raite a mi casa.
No lo hice. Jamas me hubiera perdonado deshacer el perfecto equilibrio del universo dentro de ese carro.
Yo con mis pies quemados, mi ropa sudada, mi olor a Hermosillo, mi pelo despeinado y mi humor torcido.
La perfección siguió su camino y yo seguí el mío...por lo menos eso creí. Pero ya no era lo mismo. El calor ya no me importó, tampoco el sudor ni el dolor en mis pies. Nada podía quitar la sonrisa de mi cara, ahora si tan solo tuviera agua fría.
"Muchacho, compra me un boleto de la UNI" me dice una señora frente al centro de las artes.
"No traigo ni para comprar agua, señora, ahí para la otra" le contesto.
La señora me jala, limpia bote de coca cola vacío que tenía ahí, y llena el bote de agua deliciosamente fría, que sin titubear tomo y vacío el resto en mi cabeza.
"Muchísimas gracias" le digo sonriendo a la señora que amablemente se despide de mi.
Sigo mi camino y escucho a alguien gritar mi nombre: es Bustamante ofreciéndome raite. Ni mandado a hacer.
Algo así me hubiera gustado escribir, sobre el día en que Cecilia hizo que todo estuviera bien sin darse cuenta.
"No no, vamos ahi, wawawawawawawaawawawawa, yo se que ondas, wawawawawawa, tu mal yo bien" me dijo.
"Oye ma' pienso que..."
"Wawawawawawa, tu muy mal, yo bien" me regañó.
Me bajé del carro por una silla de ruedas y luego llevé a mi madre a Rayos X en el hospital.
"Necesitamos la orden del doctor señora, para ver a que le vamos a tomar la radiografía" le dijo a mi madre.
¡Te lo dije! ¡Yo sabía! ¡Yo bien, tu mal! ¡wooooooo hooooooooo! cruzan por mi cabeza pero me agacho y no digo nada. Pero pues como siempre, soy pésimo para reprimir las cosas. Me encabrono, me malviajo y me pongo histérico. Aún así no digo nada, le digo a mi hermana que me voy a ir a pie a la casa: que chingón soy.
Salgo del hospital y me doy cuenta de la distancia que hay a la casa. Me doy cuenta del calor que esta haciendo a la 1:00 PM, me doy cuenta de que ando en pantuflas, que no traigo un quinto en la bolsa y que traigo un chingo de sed. Pinche orgulloso de mierda: que pendejo soy.
Pero nada de esto tiene que ver lo que quería escribir ahorita. Quería escribir de como me encanta que la gente que menos nos esperamos nos levanta. De como gente que no conocemos nos puede hacer un parote. De como gente que apenas y tratamos o tenemos un chingo de tiempo sin ver nos puede poner de buen humor, hacer sentir bien, etc. por el simple hecho de ser ellos.
Quería escribir sobre como caminando del hospital, con los pies quemados por las pantuflas y empapado de sudor, ví a Cecilia haciendo alto. De como me pareció en ese momento la persona mas bella de todo el mundo. Ella encerrada en su Jetta gris, con el aire acondicionado prendido. Con su cara de que parece que siempre esta de buen humor y a punto de reirse. Con su pelo perfectamente peinado y arreglado. Sin una gota de sudor en su piel. Y les apuesto a que traía el calazado apropiado para el momento.
Cecilia personificó la perfección en ese momento, y yo era su antítesis. Y si la hubiera detenido, si le hubiera hecho señas, si la hubiera saludado, no me cabe duda de que ella me hubiera dado raite a mi casa.
No lo hice. Jamas me hubiera perdonado deshacer el perfecto equilibrio del universo dentro de ese carro.
Yo con mis pies quemados, mi ropa sudada, mi olor a Hermosillo, mi pelo despeinado y mi humor torcido.
La perfección siguió su camino y yo seguí el mío...por lo menos eso creí. Pero ya no era lo mismo. El calor ya no me importó, tampoco el sudor ni el dolor en mis pies. Nada podía quitar la sonrisa de mi cara, ahora si tan solo tuviera agua fría.
"Muchacho, compra me un boleto de la UNI" me dice una señora frente al centro de las artes.
"No traigo ni para comprar agua, señora, ahí para la otra" le contesto.
La señora me jala, limpia bote de coca cola vacío que tenía ahí, y llena el bote de agua deliciosamente fría, que sin titubear tomo y vacío el resto en mi cabeza.
"Muchísimas gracias" le digo sonriendo a la señora que amablemente se despide de mi.
Sigo mi camino y escucho a alguien gritar mi nombre: es Bustamante ofreciéndome raite. Ni mandado a hacer.
Algo así me hubiera gustado escribir, sobre el día en que Cecilia hizo que todo estuviera bien sin darse cuenta.
1 Comments:
At 2:36 p.m., febrero 25, 2005, Anónimo said…
me gusta como escribes este un poko cursi me llego yo kreo porke ando crudo siguele vas bien atte tarra
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